miércoles, 18 de junio de 2008

PAPEL DE ARROZ

Hoy os hablaré de uno de los materiales fundamentales de la caligrafía y de la pintura china: el papel de arroz.

El papel de arroz es muy frágil y tiene distintos grosores. Se hace a mano generalmente con pulpa de bambú.

Cuando llegué a clase por primera vez, me encantó ver a todas mis compañeras trabajando sobre unas alfombritas de felpa, papel de periódico y, encima de todo esto, papel de arroz. Eso es porque el papel es tan fino que empapa lo que tienes debajo.

Este soporte obliga, como os podéis imaginar, a trabajar en horizontal y sobre una superficie más bien blanda. Nada de caballetes y verticalidad.

El cuerpo ha de estar recto, los pies bien asentados en el suelo, una mano sobre la mesa y la otra sujetando el pincel.

El papel de arroz lo venden en rollos de 1m x 1,5m (más o menos porque lo digo a ojo) así que a veces cuando lo cortas tiende a enroscarse, para asentarlo y poder trabajar a gusto solemos poner piedrecitas en los extremos.

La fragilidad del material hace que no cortemos el papel con tijeras o con un cúter, si no que basta con doblarlo, asentarlo con las propias manos y pasar una regla por el doblez.

En estos ejercicios que os enseño. Los bordes están hechos pasando el pincel con agua y cortando con las manos. Como veis tratamos con algo frágil y delicado.

El papel de arroz tiene una textura más rugosa y otra más lisa. No siempre es fácil distinguirlo, es necesario educar la vista y la superficie de la mano para no equivocarte. Utilizamos para pintar o para escribir la parte más lisa.

Una vez que tienes tu obra acabada. El papel se encola y queda más rígido, supongo que eso ayuda también a la preservación de la obra, pero ese es un proceso al que aún no he llegado.

Me gustan estos árboles de lychies porque muestran la extraordinaria delicadeza del papel y la importancia que se establece entre la superficie ocupada y el vacio que la rodea. El objeto que pintas, o el trazo caligráfico, necesita respirar. Es precisamente el equilibrio entre el vacio y el espacio ocupado lo que conforma el todo de la pintura. Por poner un símil musical, el vacio es tan importante como los silencios en la música de Satie.

Pinté los arbolitos copiando una composición clásica. Luego por detrás emborroné la superficie con acuarela azul. Una vez seco, pensé qué me gustaba mirarlo por las dos caras: en una, el árbol cobra protagonismo y el azul es el paisaje sobre el que se recorta; en la otra, el azul tiene más fuerza y casi parece una ventisca capaz de tumbar el árbol. Esa idea me encanta: lo que parece frágil – el aire – es capaz de poner en peligro lo que es más fuerte – el árbol con sus raíces bien ancladas en la tierra.