lunes, 30 de marzo de 2009

ESCRITURA PINTADA

En realidad mi primera clase de sumi-e consistió en aprender que en China y Japón no hay grandes diferencias entre "escribir" y "pintar". Los movimientos de pincel son idénticos y también las herramientas: la barrita de tinta, el pincel, el tintero de piedra para moler la tinta y el papel de arroz.

Para aprender a mover el pincel, que tiene que estar en posición bastante vertical, sujeto con los dedos y sin apoyar el codo, se puede practicar con papel de periódico o con el clásico papel gris de envolver.

Rayas horizontales y verticales, subir y bajar el pincel para ejercer mayor o menor presión, inspirar para concentrarse e espirar para navegar a través de la hoja.



De todas formas, nada de esto es comparable a trabajar con el papel de arroz. La sensación de fluidez y de expansión es inimitable.

Para poder realizar con éxito un trazo es necesario aprender a controlar el grado de humedad del pincel y la presión que se ejerce sobre el papel.

El primer trazo que aprendí fue "el hueso". Aquí tenemos algunos ejemplos e intentos varios por los márgenes:


Me pasé más de un mes practicándolo. Y ahora llevaré como casi dos meses con mi primer ideograma, Tierra, que espero poder colgar en los próximos días. Claro, que no práctico diariamente, pero aún así se puede entender que el trabajo de la caligrafía china es un trabajo de paciencia. Requiere concentración y equilibrio. Estar centrado en lo que se está haciendo. Atención y disciplina.

Hacer caligrafía se me da bastante peor que pintar. Y sin embargo, me gusta. Me gusta mucho. No se trata de valorar el resultado final -aunque, evidentemente, después de tanto esfuerzo cuando consigues que te salga bien la satisfacción es enorme- sino de vivir el momento presente y de abandonarse al placer de extender la tinta sobre la superficie con unos movimientos tan elegantes como meditados. Por eso, a pesar de que tenga que tirar la mayoría de los ejercicios, el placer de hacerlos permanece.

Además, como metodo para aceptar el fracaso va muy bien. Llega un momento en que te das cuenta de que si buscas el resultado rápido, lo mejor es dejarlo porque te frustras, pero si llegas a pensar que "ya llegarás a rearlizarlo correctamente" te centras en la realización del ejercicio, disfrutas y, si sale mal, vuelves a empezar.